Leyendas de brujas (I)

Una vez un jorobado se perdió por los andurriales donde campeaban las brujas y donde tenían sus juntas. Se le hizo oscuro y no supo encontrar el camino. Va acurrucarse al abrigo de una roca, dispuesto a pasar la noche. He aquí, sin embargo, que de pronto sintió un gran ruido que lo despertó y vio llegar mujeres y más mujeres viejas, desmelenadas y con caretas secardines y estranyotes, medio desnudas, calvalcant todas encima de una escoba. va encontrar, sin pensarlo, en una de las reunios y pudo contemplar con todo detalle la gran broma. Las brujas se aagafar e hicieron un baile circular como de costumbre al son de una cantinela que decía:

Lunes, martes, miércoles, tres.

Y no paraban de girar y de dar vueltas, siempre al son de la misma canción. El jorobado creyó que no debía de saber más, y sin moverse de su escondite con una vocecita toda prima e infantil, añadió a la cantinela:

Jueves, viernes y sábado, seis.

Las brujas se dieron cuenta, y tuvieron interés en saber quién era el que sabía un trozo más de la canción. Asimismo quisieron inquirir quien había sido mortal que las había sorpresas en sus intimidades. buscaron de aquí y de allí y, medio muerto de miedo, encontraron el jorobado encogió como un gusano cerca de la roca. quisiéramos premiarle la canción que no sabían y, a fin de hacerle un don del que estuviera bien contento, decidieron sacarlo la joroba, que el pobre llevaba de nacimiento.

il.lustració: joshua-newton

Hay versiones de la tradición que dicen que el jorobado, encendido por la alegría y el entusiasmo del canto y de la danza, salió de su escondite y ligero como un cohete y contento como unas castañuelas, se situó en medio de la redonda de las brujas y, saltando y bailando como ellas, se puso a cantar. La inesperada presencia del intruso cayó en gracia alas brujas, que queriendo dejarle un recuerdo, le quitaron la joroba.

El jorobado al día siguiente siguió su vía más contento que unas pascuas. Llegado a su pueblo, va encontrar un vecino suyo, también jorobado, que queda maravillado al verlo con la espalda recta como toda la otra gente. Le preguntó cómo lo había hecho. El jorobado le contó su aventura. El vecino sintió deseo de prueba suerte, pero no supo qué podría añadir a la cantinela. Entre él y su Company se dieron cuenta que la cancioncita no refería los siete días de la semana y que todavía faltaba el domingo, que él podría añadir.

El pobre jorobado, todo animado, emprendió el camino del Canigó y esperó la celebración de la junta de brujas, escondido borde de la misma piedra que su vecino. Ellas acudieron como de costumbre e hicieron su baile redondo al sonido de la cantinela, aumentada según la indicación del primer jorobado.

Lunes, martes, miércoles, tres; jueves, viernes y sábado, seis.

y nuestro hombre instante replicó:

y el domingo, siete.

Así que las brujas el sintieron, se pusieron hechas una furia y pararon de bailar, dudando, pero, de si realmente se había sentido alguien o de si los había parecido sólo, y continuaron la canción y el baile. Y el jorobado volvió a agregar su parte. Cuando las brujas se dieron cuenta que realmente había quien les recordaba el séptimo día de la semana, se encolerizaron y trataron muy airadamente de buscar el desvergonzado que, al tiempo que las había sorpresas en sus danzas, los quería enmendar la canción. A rastras lo condujeron hasta el medio de la gran caterva y entre todas decidieron darle algo que le fuera un buen recuerdo de su osadía. Buscaron que le podrían dar o hacer, hasta que recordaron que tenían colgando de un árbol la joroba que habían sacado de su compañero. Al momento la descolgaron y, con gran burla y algazara, se la plantaron en el pecho del pobre jorobado, que entonces lo va a ser dos veces: por delante y por detrás.

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