Leyendas de simiots

Las Ferreyes fraudes del Canigó también eran pobladas por Simiots, seres extraños con la cabeza coronada por bañas muy largas y retorcidas, de barba larga hasta las rodillas y gruesa y de pelos ásperos y erectos. Todos ellos cubiertos de pelo y vivían por los árboles, por encima de los que saltaban con una gran agilidad

Una noche un caminante que se perdió por las fraudes de la montaña llamó a la barraca y pidió posada por esa noche. El rey de los Simiots lo acogió con mucha hospitalidad. Como hacía mucho frío, el caminante no paraba de soplar los dedos para calentarlos. El Simiot quedó todo sorprende del sistema, que consideró como un arte de maravilla. Con el fin de regalar a su huésped, el rey le calentó una olla de agua bien caliente para que pudiera beber y pasar el frío. El agua casi cocía y era imposible beber una gota sin enfriar. Y el desconocido, para que se enfriara, no paraba de soplar. El Simiot quedó sorprendido de la acción de su huésped. No se explicaba que con el soplo pudiera calentar lo que era frio y enfriar lo que quemaba. Consideró el recién llegado como un brujo o como un diablo y no le quiso dar más acogida. El rey hizo saber el caso a sus vasallo, entre los que se extendió la opinión del caudillo.

Mientras los Simiots vivían por las cumbres más elevadas del Canigó, su acción no era conocida por la tierra plana. Desgraciadamente, sin embargo, más adelante, bajaron al llano, donde cayeron como una plaga terrible. Árbol donde subían se muria; fruto o cultivo que tocaban se quemaba y no hacían nada bueno; todo el ganado se moría. De noche bajaban por la chimenea y se paseaban por las casas, y sembraban la angustia, la desolación y la muerte.

Muy pronto la peste, el hambre y la miseria invadieron el país. La vida se hizo imposible para los hombres y par alas bestias, hasta que el rector de Arlés de Tec, que se llamaba Arnús, va a ir a Roma a buscar los cuerpos de los santos Abdón y Senén, con su presencia esquivó a todos los simiots , y la paz y la tranquilidad volvieron a los hogares atribuladas. Desde entonces que no se ha visto no se ha oído hablar más.

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