Los seres mágicos del Canigó: las encantadas, mujeres de agua y goges

El Canigó también era estancia de encantadas, mujeres de agua y goges que campeaban por las cumbres haciendo gala de su excepcional belleza y de la magnificencia de su riqueza y opulencia. Vivían por los fondos de los estanques, al borde de las aguas apacibles y cristalinas y por los cubiles y grutas de la montaña. Tenían su estancia en palacios inmensos, de los que parte de noche derramaban claridades maravillosas que sobresalían de las aguas o de las madrigueras donde vivían iluminaban todos los alrededores como si fuera pleno mediodía. Celebraban unas grandes fiestas, armonizadas por cantos y por el sonido de instrumentos muy melodiosos que dejaba embobado a todo el que los escuchaba. en medio de los cantos se sentía el tintineo de los copas de oro, que empleaban para beber unos vinos y licores de bouquet muy delicado, hechos con uvas de viñedos que ellas cultivaban en lugares secretos de la montaña. Con el fin de que nadie las fuera a molestar, durante sus fiestas rodeaban los alrededores de sus palacios con una malla de alambre tan tenue y sutil, que era imperceptible a la vista. El que caminaba hacia el lugar donde ellas vivían, atraído por el sonido armonioso de los cantos, se encontraba en seguida detenido por una pared invisible de malla que le cerraba el paso.

Las hadas y encantadas lavaban su ropa, mucha gente había sentido los golpes de picador. La tendían a la luz de la luna. Era blanquísima como un vaso de leche, y daba gusto mirar. El que podía coger alguna pieza tenía la suerte y la riqueza aseguradas por toda la visa. Era, sin embargo, empresa difícil, por que ellas la guardaban con gran celosía. Hay que dice que también extendían por los alrededores de la colada el mismo hilado sutil con que se guardábam sus palacios mientras hacían alguna fiesta.

Las encantadas eran diferentes de la otra gente. Sólo podían convivir entre ellas y solo se sabe el caso de una que se hizo mujer de su casa como el común de las mujeres. No tenían mención que tuvieran maridos. Tampoco se les conocían niños. Todas eras mujeres jóvenes, muy favorecidas de gracia y hechizos, y tan cautivadoras, que se tenía que tener mucho cuidado al verlos para no correr el riesgo de quedar encantado como ellas. Se habla de muchos que habían sido víctimas de esta desventura, pero no se sabe que hubieran casado con ninguno de los muchos y muchos que quedaban encantados como ellas.

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