Leyendas de brujas (II)

Un sastre vecino de una bruja reparó que esta muchas noches salía por la chimenea y a caballo de una escoba se iba cielo allá, vaya a saber dónde. El hombre se hizo el propósito de seguirla y una noche se ingenió para esconderse en la cocina de la casa de la bruja. Así que vio que se punjava por la chimenea, se le tomó a las camesiva seguir arriba como ella, y sin saber comas va encontrar a la rayuela calvalçant una escoba. Cuando ella se dio cuenta, el sastre todo se estremecer, pero la bruja no podía volver atrás ni tirarlo descalabro. Se limitó a decirle que todo no dijera ni una palabra a nadie de todo lo que viera, que no se extraña de nada y que hiciera como hacíamos totsels otros, pues, si no lo hacía, al instante fuera reparado que él no era del grupo y le impondrían un castigo del que, si salía vivo, se recordaría toda la vida. El sastre todo se asustó y se hizo el propósito de creer la bruja.

Cuando llegó el momento de haber acatar el diablo, el sastre sintió una repugnancia inmensa y decidió no hacer como los demás, pasara lo que pasara. Ben Al contrario, se sacó una aguja que llevaba clavada en la solapa del chaqueta y clavó un buen pinchazo detrás del maligno. Este hizo un gran salto y dijo: << ¿Qué barbas más puntiagudas que tiene el remaleït! No quiero que me bese más>>

De aquel hecho el diablo estuvo más de siete años que no pudo sentarse. Se interesó mucho por saber quién había sido aquel maldito que le había hecho tanto daño en besarlo. Como nunca pudo saber, castigó todas las brujas que acudían juntas al Canigó, y desde entonces que no le han hecho ninguna más.

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