La fundación del monasterio de Sant Martí del Canigó se explica de dos maneras muy diferentes. Cuando los moros invadieron la parte baja del Rosellón y quemaron Elna, el conde Jofre de Cerdanya, que era uno de los caballeros más influyentes y de más prestigio de aquella cercanías, reunió a un gran contenido de Guerrrero y entabló una fiera lucha contra los invasores. Su Sobrino, hijo de una hermana, llamado Bernat de Cerdanya, sin decir nada al tío, condujo también fuerte batalla contra los moros, que desgraciadamente pierde. La derrota segó la vida a muchos catalanes y puso en peligro la suerte y el futuro de la tierra. Cuando el conde Jofre saberlo y se dio cuenta de la situación comprometida en que la había puesto su ligereza del joven caballero, el buscó para desahogar en él su furia. Dicen que encontró el muchacho dentro de la iglesia de un monasterio benedictino que entonces se levantaba a Costoges. El joven caballero estaba abrazado a una imagen del Santo Cristo en acto de penitencia por el mal paso que había dado. Lleno de ira el conde, sin darse cuenta del sagrado lugar, clava su espada a su Sobrino, cuya sangre manchó la imagen.
Hay versiones de la leyenda que explican que Bernat de Cerdanya era huérfano de padre. Su tío apoderarse de todo su patrimonio y en encontrar a tío y sobrino dentro del templo este trató el conde de ladrón. El caballero, airado, embistió el sobrino, que abrazó a una imagen de San Martín, y sin respetar el sagrado templo ni la imagen, le venta cuchillada y lo mató. Por este sacrilegio la iglesia fue cerrada al culto. Un monje y el conde fueron entonces en Roma, el primero para pedir instrucciones cuando la regla a seguir y el conde para implorar el perdón. El papa Sergio V dispuso que los monjes hicieran bendecir otra Vega el templo y que no lo volvieran a abrir al culto hasta después. Al conde le impuso la penitencia de abandonar el ejercicio de los armas, de fundar un monasterio dedicado a San Martín, en desagravio de haberle ofendido, y de entregarse a la vida de oración para siempre.
El caballero volvió al Pirineo, abandonó su Castillo, que según unos tenía a angosto o, según otros, a Querforadat, e hizo levantar un monasterio en el corazón del Canigó, donde se retiró para exculpar su crimen sacrílego. Se hizo construir una cel.la al campanario, de cuatro metros cuadrados, muy baja de techo y sin ninguna ventana ni apertura. Allí se pasaba el día en constante oración, fuera de las horas que la comunidad oficiaba en la iglesia. Nunca más salió del monasterio y rara vez llegó hasta la claustra. Su esposa se retiró con él a hacer vida monacal y no le dejó nunca por nada; murió primero que el conde, y entonces él se hizo monje, con la condición de que nunca podría ser abad. El monasterio fue ocupado por la misma comunidad benedictina del convento de Cogostes, donde el conde pecó.